«Las grandes ciudades bajo la luna»


CIUDADES SIN ÁNGEL

Dirección, texto y escenografía: E. Barba. Reparto: K. Bredholt, R. Carreri, J. Ferslev, T. Larsen, A. Omolú, I. N. Rasmussen, J. Varley, T. Wethal, F. Winther, D. Kitt. Festival de Otoño. Teatro de La Abadía. Madrid, 23-X-2008.

En su anterior visita al Teatro de La Abadía, Eugenio Barba y sus fieles actores del Odin Teatret, un comando de heroicos combatientes del teatro esencial -en España podrían ser unos Zaranda, por poner un ejemplo-, espolvorearon de momentos mágicos la pequeña sala. Aquel «Andersen?s Dream» que jugaba con títeres y móviles, con música y textos, era una delicia para ojos y oídos deseosos de originalidad y verdad. Dos sustantivos que están también en este espectáculo que el Odin trae al Festival de Otoño este año, «Las grandes ciudades bajo la luna», aunque ambos montajes representan los momentos más y menos inspirados de la veterana e insobornable compañía.

Barba yerra de entrada en su apuesta -loable, sí- por conectar idiomáticamente. Es preferible leer sobretítulos que asistir a un montaje de una compañía formada esencialmente por actores nórdicos que memorizan sus textos en español: por muy buenos que sean -y lo son; de hecho, el reparto es lo mejor del montaje, con su solera, sus miradas y su sola presencia-, es difícil conectar con los textos cuando se suceden de forma mecánica. Los propios actores parecían incómodos en todo momento.

Aunque el principal problema de esta propuesta es que, en su afán por romper barreras, acabe en tierra de nadie. Oratorio a varias voces, concierto de clásicos con aire a Kurt Weil, recital poético... El espectador asiste a una hora escasa -se agradece- de canciones inconexas y textos poéticos sobre la hermandad de las ciudades ante el horror. De ahí el título: todas las urbes sacudidas por la muerte son iguales en la noche: Hiroshima, Halle, Dresde, Bagdad... Hay algunas acciones escénicas, pero poca «acción», poco teatro en esta fiesta de amigos que recuerda, por su situación en el escenario, en media luna y guitarra en mano, a un cuadro flamenco. Pero sin duende.
Foto: Tony D'Urso

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