«El hombre que quiso ser rey»



LA AVENTURA DEL TEATRO



Texto y dirección: Ignacio García May (inspirado en un relato de Rudyard Kiplig). Escenografía: Miguel Ángel Coso, Juan Sanz. Reparto: José Luis Patiño, Marcial Álvarez. Músicos: Eduardo Aguirre de Cárcer, Majid Javadí. Teatro María Guerrero. Sala de la Princesa. Madrid.



A menudo el teatro pequeño acaba siendo grande. Ignoro qué vocación tendría este montaje de «El hombre que pudo reinar», pero su formato modesto nada tiene que ver con sus logros: transporta al espectador muy lejos, hasta el paso de Jaiber, hasta las tierras del Kafiristán, allí donde Daniel Dravot, desertor de la corona británica y pícaro, llegó a convertirse en rey gracias al símbolo tatuado de Iskander, nuestro Alejandro Magno, venerado como un Dios por los nativos.


Todo ello lo contó Rudyard Kipling en un relato sobre ascensos y caídas, sobre amistad y ambición, que inmortalizó más tarde la deliciosa película de John Huston. Y llega un director español, llamado Ignacio García May, a decirnos: «Señores, esto se puede hacer en teatro». ¿Y los grandes paisajes? ¿Y la épica? ¿Y la acción? Abran bien los ojos y los oídos. ¿No lo ven? Está todo ante el espectador hecho con mucha imaginación por alguien que entiende que el teatro es un viaje para el que se necesita poco equipaje -en este caso unas alfombras, un par de mapas, unos uniformes coloniales, unos taburetes, poco más- y buen gusto.



Los acordes de Mabudulá y Gul Basrá (un aplauso para los músicos que los interpretan en directo) ayudan a transportarnos a lo desconocido junto a Danny y Peachey, estupendos José Luis Patiño, flemático e iluminado, y Marcial Álvarez, divertido, que no tratan, por fortuna, de imitar a Sean Connery y Michael Caine.



Corolario: ¿Por qué no hay más teatro de aventuras y épico como éste habitualmente?

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