«La vida es sueño»

CADENAS Y TINIEBLAS

Autor: Pedro Calderón de la Barca. Versión : Pedro Manuel Víllora. Dirección: Juan Carlos Pérez de la Fuente. Coreografía: Chevi Muraday. Escenografía: R. Garrigós. Vestuario: J. Artiñano. Reparto: Fernando Cayo, Ana Caleya, Chete Lera, J. Ruyman, Daniel Huarte, J. Albert, V. Dal Vera. Teatro Albéniz. Madrid.

Juan Carlos Pérez de la Fuente guarda más de un momento memorable en su haber, como aquella «Carta de amor» o su más reciente «¿Dónde estás, Ulalume, dónde estás?». La unión de un apasionado por nuestros clásicos y uno de los textos «grandes» del repertorio, «La vida es sueño», de Calderón de la Barca, deja resultados interesantes.De entrada, Pérez de la Fuente apuesta por la ruptura cronológica: pantalones vaqueros para su Segismundo, metralletas para sus soldados? Detalles que ni molestan mucho ni aportan demasiado. El talento aparece en instantes en los que la emoción vuelve a jugar un papel casi ritual: ver a Segismundo desaparecer tras su famoso soliloquio (ya saben: «¿Qué es la vida?, un frenesí?») arrastrado hacia la oscuridad por manos invisibles; o imaginar una cadena alrededor del cuello del cautivo, forzando a Fernando Cayo a darlo todo de sí, como una bestia, casi un buey que llevara una carga a cuestas. Bien por Cayo. Y bien también por Chete Lera, aquí el Rey Basilio, quien cada día parece estar mejor.

No todo es sueño en esta «Vida». En el confuso arranque, una coreografía de Chevi Muraday atrapa la atención, alejando al público del texto. Tampoco se entiende tanta exhibición corporal. Pero es lo que ocurre cuando se arriesga, y esta versión de «La vida es sueño» no es complaciente. Hermosa y práctica en su escenografía -unas columnas que al girar transforman la mazmorra en palacio-, la producción tiene un aire tenebroso, como si Pérez de la Fuente quisiera decirnos que todos estamos más en la caverna que en el paraíso. Un final digno, en cualquier caso, este Calderón, para el adiós del Teatro Albéniz.

Foto: Chicho

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